lunes, 8 de abril de 2013

Una nube de placer


James se ha ido. Una reunión de trabajo le requirió en otro país, no sé si mi tristeza me ha hecho olvidar hasta cuál fue el motivo del viaje. Los días en los que no está le echo bastante en falta. Supongo que es normal, que lo anormal sería que me ocurriese todo lo contrario, lo sé, pero los momentos con él lejos son algo que no llevo bastante bien. Confío en él, me gusta su compañía, por eso le elegí entre tantos y tantos hombres.

Por si fuera poco, coincidió con uno de esos días en los que los niños se van a dormir con los abuelos y me dejaron toda la casa para mí el sábado. Una casa que me parecía falta de vida sin niños revoloteando y sin James poniendo orden. Una casa que se me hacía algo grande.

Así fueron pasando las horas hasta que mi cabeza me dijo: “de vez en cuando es bueno estar sola y pensar en una misma”. Es mi cabeza, ella pocas veces me falla, le tuve que hacer caso. La verdad es que de vez en cuando tener un día de relajación es necesario aunque esta vez sea un “no hay otro remedio”. Por ello, decidí darme un homenaje.

Fui a la nevera y, como buena parisina de adopción, me abrí una botella de champán francés y me serví una copa de mi burbujeante “amor líquido”. Con ella en la mano, fui directa al baño y encendí el grifo de la bañera con agua muy calentita acompañada de unas sales minerales que, en cuestión de minutos, convirtieron mi bañera en una espumosa nube de relax.

La bañera seguía llenándose mientras yo sutilmente me despojaba de mi ropa y la tiraba al suelo directamente, no me apetecía ser cuidadosa, ya sería responsable en otro momento. Así, mi copa de champán veía apoyada en la bañera como la que iba a ser su verdugo se mostraba como en realidad es.

La bañera estaba casi rebosante y tras cerrar el grifo apagué la luz y encendí una vela que guardábamos en el baño, una vela que había sido testigo en esa misma bañera del más puro, salvaje y complaciente sexo con James varias veces. Momentos de esos en los que tus gemidos escandalizan hasta las propias paredes del baño. Delicias de placer que todavía saboreaba mi mente.  Poco a poco fui metiéndome en la esponjosa nube que tan pronto me tuvo dentro me absorbió para un largo y lujoso rato.

Solo la propia situación me resultaba excitante y el recuerdo de cómo James, en ese mismo lugar, ante la misma vela, me había abrazado, agarrado y levantado mi pierna para adentrarse en mí, me sugería pasar mi mano delicadamente por mi cuerpo desnudo acariciándome muy suavemente.

Mi mente iba a una velocidad muy superior al paso del tiempo y mi corazón empezaba a bombear más fuerte. Las manos que me acariciaban estaban recordando el cuerpo desnudo de James, su dureza propia de un hombre, su barba de tres días y su fiereza a la hora de hacerme el amor. Mi respiración se entrecortaba.

Empecé a acariciar con mi mano mis piernas para hacerme sufrir a mí misma. Mi razón se había nublado y solo quería sentir placer, estaba sintiendo unas necesidades curiosas y nerviosas que erizaban mi piel.

Tenía presente como James me sujeta de la cintura y me gira para que le dé la espalda. Es una postura que le encanta, de esa manera puede agarrar mis pechos mientras muerde mi cuello y me hace el amor muy fuerte, haciéndome un daño que extrañamente me excita de una forma única.

Mi otra Jessica no quiso ser más mala pues tenía las mismas necesidades que yo en ese momento. Todo llevó a mis manos a tocar mi, ya húmeda, cueva de los deseos. Aún echando de menos a James, pero disfrutando de las formas que solo yo sé. Del placer autogestionado de un cuerpo que ardía.

Mi cabeza seguía perdida, repentinamente y sin explicación, trajo a mi mente el nombre de Daniel, un chico que conocí de veraneo en España con 20 años. Un chico al que traté como a un esclavo porque me trató una noche entera como una reina para conquistarme. Él no sabía que era mi última noche allí y yo lo aproveché a conciencia. El hecho de que todo fuese de esa manera me volvió loca por instantes y esa noche no pudimos dormir, el deseo que sentimos nos tuvo a uno encima del otro constantemente. Cómo me estaba excitando pensar cuánto le maltraté. Acordarme de cómo lo hicimos y de cómo usó su lengua mientras le clavaba mis uñas en la espalda dio un empujoncito a mis dedos que salieron y entraron varias veces antes de salir y continuar besando el foco de placer.

Ese poquito pensar en Daniel y ese mucho de James, esa agua caliente y ese mar de espuma estaba poniendo mi cuerpo al rojo vivo. Mis emociones recorrían todo mi cuerpo, las dos Jessicas, la mala y la buena, se habían juntado por un mismo objetivo y me estaban dando un placer puro e inmaculado. Ni una preocupación más que mi disfrute.

Los relojes parecía que se habían aparado con el tiempo, solo se oía el leve chapoteo de mi mano moviéndose de arriba abajo y dibujando círculos. Un movimiento que me acercaba al clímax pero que no quería que llegase por el momento.

Mis movimientos empezaban a ser más rápidos, mis impulsos no respondían a mi cabeza, sobre todo al pensar en la mazmorra… Aquella mazmorra improvisada que seguía viendo al entrar en el cuarto acomodado por James para la ocasión. Ese momento en el que James ató mis manos y me hizo el amor con violencia, con una pasión que solo se veía amorosa desde dentro, que desde fuera podría parecer un odio consumado. Ese momento en el que James hacía conmigo lo que quería, cuando yo solo era un juguete en sus manos.

Ese momento no salía de mi cabeza y mi cuerpo temblaba. Mis labios chillaron: “¡te amo James!” y los escalofríos recorrieron mi cuerpo hasta el final y… ¡Ufff! Es lo único que se pudo oír antes de que me sumergiese por completo en la bañera llena de espuma. Saqué la cabeza y me agarré fuertemente a los bordes, todavía no había podido recobrar el aliento, mi respiración seguía acelerada y mi cuerpo estaba preso de placer. En una mazmorra, pero de otro tipo.

Abrí los ojos algo incrédula, había disfrutado terrible y magníficamente, me sentía aliviada y fuera de mi cuerpo. Me tranquilicé y llevé a mis labios mi preciada copa de champán, mi lujoso y discreto amante secreto…

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