lunes, 25 de marzo de 2013

Cris, mi amiga, y los mil segundos de pasión



Hacía varias semanas que el plan estaba en el aire. Mi amiga Cris andaba detrás de mí para que fuéramos a tomar unas copas alguna noche de fin de semana. La conocí en la facultad, fue mi compañera de cuarto durante los años en los que los estudios casi resultaban ser lo de menos. Es una chica castaña, algo rellenita y con una cara preciosa como la que más. Esa es la fachada que esconde un corazón de oro y una amabilidad y bondad de una amiga de las de verdad. No solo eso, Cris es una entusiasta del sexo, le encanta probar y, sobre todo, innovar.

Serían las 12 de la noche cuando entramos a un bar de copas y nos sentamos en unos sofás a charlar sobre nuestras vidas, así nos pondríamos al día. Tiempo atrás, Cris estuvo casada, pero su marido tuvo el fallo de acostarse con su sirvienta mientras se cancelaba la reunión de mi amiga en su trabajo, DIVORCIO EXPRES. Cosas que pasan, caprichos del destino o casualidades de la vida, este hecho ha traído la mejor etapa sexual de su vida.

Solemos hablar cada semana por teléfono y ya he escuchado de todo: sexo esporádico con desconocidos de una noche, de dos noches, sexo con conocidos, posturas varias, profesores de yoga, alumnos de yoga… Todo un repertorio innovador que estoy descubriendo de su mano. Mientras, mi James y yo buscamos nuestros momentos sin niños y con una pasión tan caliente que podría quemar.


La noche avanzaba con rapidez y las copas del lado de Cris caían con mucha rapidez, de mi lado solamente dos míseros botellines atestiguaban que también estaba en aquel lugar. Era la hora, mucho estaba tardando en llegar ese momento, los hombres empezaban a deambular por nuestra mesa como si fueran buitres buscando carroña. El "líder" de la bandada se acercó y mientras me guiñó un ojo me dijo si el hueco sobrante en el sofá era para él; otro guiño de mi ojo y mi contestación fue un rotundo “no, no pierdas el tiempo”. Seguimos a lo nuestro y el "líder" se fue con sus lacayos cabizbajos.

Pero no todo eran aves carroñeras en aquel sitio de “beber y charlar”. En un momento de descuido, dos simpáticos hombres se acercaron a nosotras. Fue su invitación a la enésima copa, de la ya medio borracha Cris, y a mi tercer botellín lo que prácticamente nos obligó a conocerles un poco más.

Uno de ellos se sentó junto a mi bebedora y despreocupada amiga y el otro se sentó con la que rápidamente reconoció como orgullosa madre y esposa, yo. Su respeto y su interés en hacerme pasar un buen rato hizo que no me asustase y que abiertamente me riera a su lado. En eso no vi nada más, algo sí que vi cuando Cris comenzó a hacer sus típicos gestos. Esos gestos que yo entiendo rápidamente como: “este chico no se libra”.

Las horas pasaban y empecé a sentir ese sueño de madre, ese sueño aniñado por tus hijos. Tras un “disculpa un momento”, me fui al baño. A la vuelta Cris no estaba y mi comprensivo y charlador amigo de una noche me comentó que la loba oculta de Cris se había lanzado al otro chico. Tras unos minutos de cortesía, y cuando el local empezaba a cerrar, eran algo menos de las 4 de la noche, mi cansancio me dijo que era hora de salir de allí.

Al salir me encontré con un coche aparcado en el parking que me llamó sospechosamente la atención. Tenía los cristales empañados y no había ningún otro vehículo a su alrededor. Una silueta en su interior me dijo que era Cris, eso y lo malo que es conocerse. Fue en ese momento cuando afloró en mí ese primitivo impulso humano de cotilleo morboso. Ese maldito “no sé si debería…” que me hizo asomarme a la ventanilla de aquel coche; fui tan discreta como aventurera y sinvergüenza.

Aún me pregunto si hice bien aquella noche. 

Nada me sorprendía de Cris, en nuestra época salvaje nuestras lenguas habían llegado incluso a saborearse entre ellas para conquistar, o para simplemente hacer soñar, a más de un chico. Aquello era distinto, mi época salvaje había pasado hacía muchos años y creo que la época salvaje de Cris se estaba quedando en una época recatada. El caso es que tanto yo como el asiento trasero de aquel coche, estábamos siendo testigos de cómo el chico estaba apoyado en la puerta mientras Cris le bajaba los pantalones con la boca. Una vez abajo prosiguió su tarea con la ropa interior de aquel pobre chico que iba a sufrir la lujuria de Cris.

Las muecas de su compañero de aventuras me dijeron claramente que Cris había empezado “la fiesta”. Solo podía ver su espalda, pero su movimiento de cabeza de arriba abajo me hizo ver todo a la perfección. Casi parecía que el chico estaba asustado y quería salir de allí. Ella solo paraba para ir quitándose poco a poco una de las prendas. Así hasta que nada cubría su cuerpo desnudo. Fue entonces cuando se incorporó y recolocó a su esclavo en la parte central del coche para subirse encima suya y agarrar sus brazos para privarle de todo movimiento. Entonces el coche empezó dar brincos de alegría. Me traía gratos recuerdos de aventuras tan repentinas como planificadas mientras mis ojos seguían curioseando.

Después de ver todo aquello me sorprendí cuando Cris se levantó. Una sorpresa pasajera pues al tumbarse, un tirón enrabietado y apasionado de pelo a su “desconocido conocido” le obligó a probar su esencia de mujer. En ese momento un movimiento de cuello de mi fogosa amiga me hizo apartarme bruscamente de mi mirador secreto. No sé si llego a verme pero ya recuperé el pudor perdido y no pude volver a mirar.

Decidí esperar a que culminaran su “juego” para que juntas nos fuéramos tranquilamente a casa. Tras unos 10 minutos, y supongo alguna que otra caricia, salieron del coche. Él se ataba el cinturón y Cris se intentaba peinar con las manos.

Después de una despedida adolescente con su eventual chico, un largo paseo nos llevó a las dos a mi destino. Me contaba cuánto había disfrutado y hacías las inevitables comparaciones. El caso es que la comparación no era con un hombre sino con varios y acabé por perderme en esa nube de nombres. Entonces Cris me abrazó fuerte y me miró a los ojos, después de un largo rato hablándome de sus “amoríos” me dijo: “no sabes lo que te envidio”. Fue un comentario que me dejó algo desorientada pero sin yo decir nada ella misma me reubicó: “me encantaría volver a enamorarme pero sinceramente creo que ya no voy a ser capaz nunca”. 

Entonces el abrazo se lo di yo, me sentí afortunada. Los dos besos de nuestra despedida me llevaban a subir a mi casa, en donde las 3 personas más importantes de mi vida me esperaban impacientes. A ella le llevaron a su casa vacía. Dos tipos distintos de felicidad. Mi felicidad y la de aquella a la que le rompieron el corazón una vez, de aquella que aprendió de su error, de aquella que disfruta viviendo su día a día, de aquella que entiende la vida de otra forma. Dos chicas sí, por supuesto dos amigas, también dos formas diferentes de ser felices.

Vive tu vida Cris, disfruta de todos los momentos que la vida te ofrezca, que el amor ya llegará. Porque nunca avisa y es él el que te encuentra a ti.

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