viernes, 26 de abril de 2013

El peugeot 406




Ahí estaba ella, escuchando What I Wouldn’t Do y bailando como una loca. Todo en su mundo se había parado, como si la película más dulce de su vida se hubiera quedado atascada justo en el mejor momento, que suele ser o el principio o el final. Desgraciadamente, ella se encontraba en el medio, cuando todos los problemas llegan sin avisar. Aún así, consciente de la que se avecinaba, ella seguía escuchando What I Wouldn’t Do

Las cosas por casa de mi amiga Cris seguían igual que siempre, todo sucio, la ropa sin planchar, los muebles cogiendo polvo y sin trabajo para pagar la hipoteca, aún así, ella era feliz ¡Sí señor!

Me había ido a pasar el fin de semana con mi Amiga del Alma para intentar ordenar aquella vida que parecía El Abismo del Mañana. Como una persona deprimida, ella no quería escuchar más problemas y tampoco quería recordar los suyos. Eso sí, Cris disfrutaba todos los momentos de felicidad que aparecían en su vida, como moneda que no te esperas encontrar en un bolsillo.

Tener a Cris como amiga era no poder presumir de mi felicidad, de mi James y los dibujos de mis renacuajos que Jamás de los Jamases Colgaría en Mi Casa. Mi mundo era solo Cris, en mi casa estaba todo bien, en la suya no. Un calvario indeseable para cualquiera, aunque también tenía sus momentos de relax, de meterme en la ducha y olvidarme por unos minutos de que en la planta de abajo había una loca bailando desenfrenadamente.

Entré en la ducha. Y me olvidé de todo mi mundo; tan solo, como buena mujer, me fijé en las manchas de mi piel y En Lo Buena que Estoy.

Di una pequeña cabezada mientras pensaba qué estaría pasando en la casa. Y no me equivoqué, no, para nada. Bien que conocía a Cris y sabía qué estaría haciendo.

Empecé a escuchar gemidos, gemidos de una perra, porque aquello no era normal. Había llegado José, un chaval bastante estúpido, algo feo y chiquitín, un tipo venido a menos que se hacía pasar por alguien de la alta alcurnia, aunque a mí ese no me la daba…como mucho llegaría a camarero de algún cuchitril de mala muerte. Eso sí, o sabía penetrar con tanta fuerza que desgarraba viva a Cris o le gustaba que mi amiga chillara como si no hubiera un mañana. Y sí, es que en este mundo hay de locas….

Y sí, porque poco tiempo después Cris me acabaría confesando que al pervertido éste le encantaba que gimieran fuerte. Complejo de inferioridad, supongo.

Y ahí seguían, jodiendo…Nadando como cachorros felices en un mundo imaginario de placer donde el éxtasis se consigue subiéndose a la encimera y bajándose las bragas. Lo peor de esta historia es que conozco bien a La Loca de la Planta de Abajo o La Loca Que Escucha What I Wouldn’t Do, véase también Mi Mejor Amiga Cris.

Seguro que ya José le había metido bien sus dedos, le había susurrado al oído la cantidad de placeres que le regalaría en aquel primer acto,  aunque yo bien sabía que aquello terminaría peor que una tragedia griega, pero al menos, Cris disfrutaría. 

Lo primero, empezaría con los dedos, ayudándole a abrir el camino que luego recorrería José con su peugeot 406 o algún aparatejo similar que tuviese entre las piernas. Aquel tipejo no daba a más. Cris siempre fue de algo rápido pero intenso, de bajar bragueta y pa’dentro, de un Hagámoslo Ya Sin Previos ni Mariconadas.

Y es que la conozco bien. Yo estaba en mi ducha, la música en aquella casa sucia y desordenada, física y sentimentalmente, había sido sustituida por unos alaridos que luego acabarían transformándose en gemidos oriundos de cualquier película del señor Alfred Hitchcock.

José sabía conducir su peugeot 406, o eso parecía, porque Cris lo había probado una y otra vez, se subía a su encimera, bajaba su bragueta y se agarraba a la espalda de aquel ángel sin alas.

 - Síííííííííííííííííííííííí, ¡más joder!

Pura poesía la que salía de aquellos dos enamorados del hacer rápido pero intenso.
Pura poesía. Pura.

                                                           ****

Cuando salí del cuarto de baño, tímida y recelosa, con miedo de encontrarme el peugeot 406 libre por la carretera, vi que aquel teatro había terminado. Y que la cansioncilla What I Wouldn’t Do volvía a sonar en la casa...

Pd. La canción What I Wouldn’t Do de Serena Ryder 



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